29/9/07

Yurij M. Lotman: “Un texto no es la realidad sino el material para reconstruirla”.

Cuando se piensa en identidad se debe, o al menos se debería, de pensar en cultura. Esta reflexión surge a partir del artículo de Lotman y Uspenkij llamado: “sobre el mecanismo semiótico de la cultura”. Es importante reconocer que toda entidad se desenvuelve dentro de un entorno social, donde existen diferentes tipos de códigos a partir de los cuales se generan comunicaciones e interacciones que van definiendo una cultura y es dentro de esta que se generan identidades de todo tipo.

Para comenzar a hablar formalmente del tema es importante reconocer a la cultura como “un sistema de signos”, donde es necesario identificar y conocer cuáles son los códigos que se utilizan para poder transmitir adecuadamente un mensaje. Reconocer lo anterior en el ámbito de la comunicación visual es muy importante porque de esta forma se podrán reconocer aquellos aspectos cuturales-sígnicos que son pertinentes para generar una propuesta visual.

Aquí es importante destacar, como dice Lotman, que “la cultura nunca representa un conjunto universal (de signos) sino tan sólo un subconjunto con una determinada organización, por lo que no engloba jamás todo ya que sólo se concibe como una porción, un área cerrada”, es decir”, los mensajes gráficos generados no pueden ser concebidos por el comunicador visual como objetos globalmente comunicativos ya que los entornos culturales varían no sólo de país en país, sino que estos también varían, dentro de un país, de región en región, por lo que la generación de una imagen visual representativa de una determinada identidad institucional o individual, deberá de ser adecuada y desarrollada de acuerdo con los factores sociales en que funcionará.

Aunque en la actualidad existe un gran número de empresas cuyas marcas son conocidas mundialmente, la concepción inicial de su representación visual se generó, considero que en la mayoría de los casos, de ciertas características culturales-sociales bien definidas y delimitadas en un entorno específico y, posteriormente, con la expansión y difusión comercial, los mensajes visuales utilizados por las grandes compañías transnacionales, se van adecuando a los distintos sistemas culturales. Es por esto que Lotman dice que “la cultura es un generador de estructuralidad; es así como crea alrededor del hombre una socio-esfera que, al igual que la biosfera, hace posible la vida, no orgánica obviamente, sino de relación”.

Pero para poder identificar los signos dentro de la sociedad es importante reconocer también que la cultura es memoria “expresada en un sistema determinado de prohibiciones y prescripciones”, algo que es de vital importancia en todo tipo de comunicación, no sólo visual, ya que los códigos ideológicos cambian radicalmente de cultura en cultura, por lo que lo visualmente permitido en un entorno puede ser una aberración en otro.

Entonces, de acuerdo con Lotman, considerando a la cultura como memoria, se pueden distinguir tres maneras de darle contenido:
1. A través de un aumento cuantitativo (y cualitativo) del volumen de los conocimientos.
2. Mediante la redistribución o reorganización continua del sistema codificante que sirve para reordenar los códigos particulares, lo que asegura el aumento del volumen de la memoria.
3. El olvido permite una selección, una fijación de determinados conocimientos que se traducen en elementos del texto y por el olvido de otros declarados inexistentes.

De acuerdo con lo anterior, la cultura como memoria nos ayuda a aumentar, reorganizar y regular nuestro conocimiento del entorno, que en un ambiente gráfico es indispensable para gestionar adecuadamente el aspecto “forma-contenido” de los mensajes que se elaboran con el objetivo de no generar, entre otras cosas, contaminación visual.

Por último, puedo decir que la propuesta de Lotman acerca de una semiótica de la cultura es fundamental para poder concebir una adecuada visualización de una identidad, ya que cuando se diseña una propuesta, no sólo se deben de cuidar los aspectos propios del mensaje sino hay que pensar más allá, pensar en el uso que tendrá en un entorno, es decir, más que pensar en una semiótica sintáctica pensar en una semiótica pragmática, que no sólo cuide la correcta utilización de los signos y los procesos de semantización, sino que atienda de forma preponderante al usuario de los distintos mensajes.

18/9/07

Algunas ideas importantes acerca del artículo de Zygmunt Bauman

En el artículo llamado “De peregrino a turista o una breve historia de la identidad” del autor citado en el título de este comentario, se aborda el tema de la identidad básicamente contrastando dos puntos de vista opuestos como son la modernidad y la posmodernidad.

Se trata de un texto altamente metafórico donde se sitúa a todos los seres como peregrinos, los cuales necesitan “recorrer” una determinada distancia para poder entonces reafirmar y/o encontrar su identidad. Dentro de las principales diferencias que, en lo personal, encuentro como relevantes entre las etapas moderna y posmoderna puedo mencionar las siguientes:

-Bauman habla de que durante la modernidad, la construcción de la identidad, era algo que se buscaba defender y preservar para que de este modo los individuos a nuestro alrededor nos percibieran como algo “tangible” y singular. En contraposición, en la posmodernidad se evita que una posible identidad sea fijada como representante de cualquier entidad, ya que lo que importa es el aquí y el ahora, lo que suceda después ya no importa. En este caso, la preservación pierde su significado ya que las bases sólidas que sirven para representar o identificar “algo”, se vuelven un lastre en un mundo cambiante (moderno vs posmoderno), lo posmoderno busca tener “distintas” opciones en vez de anclarse a una sola imagen o representación.

-Se plantea la idea de que durante la modernidad, la identidad era postulada a partir del peregrinaje realizado por un individuo, es decir, la percepción que se tenía de ésta (de la identidad), tenía que ver con lo que se había “recorrido” para poder alcanzar una meta, por lo que encontrar “la identidad” era un proceso que tenía un fin y un objetivo específico: hallar los rasgos más representativos de una entidad para después preservarlos y defenderlos.

-Mientras que el peregrino moderno “camina” para evitar perderse, es decir, para encontrar su identidad puesto que siempre sabe hacia dónde va, al peregrino posmoderno no le importa nada más. Estas diferencias dejan ver que, de acuerdo con Bauman, el pensamiento moderno tiende a ser un tanto homogeneo y homogeneizante, lo que en ocasiones genera estereotipos ante los cuales una entidad debe de actuar conforme marcan ciertos parámetros, mientras que en la posmodernidad, la diversidad es sumamente importante.

-Por último, cabe destacar que en la modernidad se podía hablar de lo material, lo real, es decir, aquello que identificaba a un individuo o una institución era lo que se podía “observar” o percibir de manera evidente. Durante la posmodernidad se puede pensar más en la virtualidad, donde las identidades son tan cambiantes y no perdurables que lo que representan hoy nunca más se volverá a percibir o entender igual, ya que no existirá la fijación de determinadas características identificatorias sino que lo percibido sólo es válido en un momento breve porque después forma parte del olvido.

7/9/07

Identidad: más que superficie es contenido

Para comenzar a hablar acerca del artículo de Gilberto Giménez denominado “La cultura como identidad y la identidad como cultura”, me referiré brevemente al título de este comentario (identidad: más que superficie es contenido). Normalmente cuando hablamos de identidad, las personas inmediatamente se remiten a todo aquello que es observable, visible, es decir, lo que puedo reconocer o “la superficie de algo” a partir de lo cual puedo identificar un conjunto de características relativamente constantes que permiten una cierta diferenciación entre los sujetos y elementos que conforman una sociedad.

Esto, en parte, es real ya que lo que vemos y nos sirve como referencia para definir algo es una parte importante de la identidad, sin embargo, la identidad no surge de manera espontánea y sólo en la superficie, es decir, cada individuo genera, elige y desarrolla una identidad desde su interior, que a través de acciones, actitudes y todo tipo de formas de comunicación exterioriza, de tal manera que los demás puedan reconocer y diferenciar a los diversos individuos y, al mismo tiempo, estos puedan integrarse dentro de un grupo análogo donde convivan e interactúen.

Lo anterior es importante porque dentro del diseño, en muchas ocasiones, se piensa en la identidad como algo netamente visual, que no parte de ningún contenido “histórico-social” y entonces se generan soluciones visuales que no comunican eficientemente el mensaje que una institución requiere o desea debido a que no se lleva a cabo un proceso de investigación y análisis de los datos relacionados con las empresas, lo que genera en muchas ocasiones confusión tanto en los integrantes de una determinada organización como en todas aquellas entidades que tienen contacto con ésta como pueden ser los proveedores o los clientes.

Habiendo aclarado lo anterior, ahora procederé a hacer referencia a algunos aspectos que considero relevantes del artículo de Giménez. En primer lugar, es importante que como diseñadores sepamos que toda entidad crea y “desarrolla” su identidad dentro de una sociedad, por lo que es importante que aquellos rasgos que definen e identifican “algo”, sean percibidos y entendidos como elementos afines a una cierta cultura para que de esta forma logren transmitir un significado específico.

Esto es importante dentro de la comunicación visual ya que en repetidas ocasiones, cuando se está desarrollando un programa de identidad visual para alguna institución, el diseñador, en el afán de crear un mensaje totalmente novedoso, desarrolla propuestas gráficas que son prácticamente inservibles dentro de un entorno social-cultural debido a que no concuerda con las cualidades semióticas entendidas y utilizadas dentro de una cultura específica y esto, en ocasiones, es provocado porque el comunicador visual se olvida que todo mensaje elaborado por el será expuesto y deberá de transmitir un mensaje.Otro aspecto que considero importante es lo que dice Gilberto Giménez acerca de que:

“las identidades se construyen a partir de la apropiación de determinados repertorios culturales considerados simultáneamente como diferenciadores (hacia fuera) y definidores de la propia unidad y especificidad (hacia adentro). Es decir, la identidad no es más que la cultura interiorizada por los sujetos, considerada bajo el ángulo de su función diferenciadora y contrastiva en relación con otros sujetos”.

Se puede observar que en esta afirmación se mencionan dos aspectos fundamentales para entender la identidad: diferenciación (hacia fuera) y unidad/especificidad (hacia adentro). Estos dos elementos (diferenciación y unidad), son básicos ya que la identidad surgirá, o comenzará a surgir, primeramente de todos aquellos elementos culturales-sociales que el individuo (o institución) adopte como suyos para poder definirse de una manera única e irrepetible. Una vez que un determinado individuo o institución se ha construido una identidad suficientemente sólida de acuerdo a sus valores y objetivos, entonces esa serie de características lo diferenciarán de todo un conjunto de personas u organizaciones similares, con lo que de esta forma se podrá mantener vigente como un elemento singular.

Aunque esta diferenciación es importante, la identidad también propicia la generación de “identidades colectivas” gracias a las semejanzas que comparten un conjunto de entidades que tienen objetivos similares. Ante esto, el diseñador debe de prestar atención a todos aquellos rasgos existentes en una institución para que se puedan definir claramente las percepciones que una institución tiene de sí misma y saber si la información que ha sido recabada con el fin de desarrollar una identidad es lo que la empresa quiere y necesita o si es necesario hacer modificaciones para que la diferenciación con ciertas organizaciones y la analogía con otras sea la más adecuada.

Por último, es importante decir que las identidades sólo “funcionan” si la sociedad o el entorno donde éstas interactúan las reconocen como parte de un ente específico, es decir, es importante que los individuos o las empresas puedan conjuntar o integrar, en una sola y única identidad, el cómo ellos se perciben y cómo los perciben los demás para que de esta forma puedan transmitir eficientemente una determinada información, por lo que en este caso, la labor del diseñador juega un papel importante en la determinación de los aspectos más sobresalientes que representan a una empresa, o más aún, qué aspectos, además de los identificados por la misma empresa, son los que permiten que las personas de una determinada sociedad identifiquen a una cierta institución.